BETZABÉ

Una política con rostro humano
Betzabé Martínez Arango, representa a una nueva generación de mujeres que hacen política desde la convicción, no desde la ambición. Una política que no olvida su historia, que honra sus raíces y que cree que el servicio público debe transformar realidades, no construir carreras personales. Su voz, clara y firme, es también el eco de muchas otras que vienen detrás, esperando su turno para cambiar el mundo.
En esta edición especial agosto-septiembre, les compartimos una conversación sincera sobre liderazgo, política con propósito y el poder de ser auténtica.
VF.- Betzabé, ¿cómo ha sido tu experiencia como mujer dentro del ámbito político?
B.- Ha sido una experiencia desafiante, pero también profundamente enriquecedora. Entrar a la política siendo mujer y joven es, todavía hoy, un acto de valentía. Aunque hemos avanzado como sociedad, todavía hay espacios donde se cuestiona tu capacidad, no por lo que haces, sino por quién eres.
Pero creo que es precisamente ahí donde debemos estar. Para demostrar que el liderazgo no tiene género, y que una mujer puede dirigir, decidir, transformar y hacerlo con firmeza, pero también con sensibilidad.
Hemos avanzado mucho como país. Hoy, por primera vez en la historia, México tiene a una mujer como presidenta. Lo que hace algunos años parecía un sueño lejano, hoy es una realidad que demuestra que las cosas están cambiando.
Sin embargo, aún existen quienes intentan minimizar a una mujer solo por el hecho de serlo. Para mí, no se trata de quién es mejor, sino de comprender que todas y todos debemos tener las mismas oportunidades. Las capacidades no dependen del género, sino del talento, el esfuerzo y la preparación de cada persona.
VF.- ¿Ser una mujer joven abre o cierra puertas?
B.- Depende de cómo se mire. En la política actual, cada vez somos más las y los jóvenes que participamos activamente y ocupamos cargos importantes. Eso me emociona, porque significa que el país avanza hacia una política más plural, más diversa y más representativa.
Ya no me considero parte de “los más jóvenes”, pero sí formo parte de una nueva generación que no ha vivido toda su vida de un cargo público. Y la gente lo nota. Lo valora. Porque busca cercanía, autenticidad y compromiso real.
Estoy a punto de convertirme en la mujer más joven en asumir la presidencia municipal de Gómez Palacio, y eso no solo me llena de orgullo, sino también de una enorme responsabilidad. Sé que muchas veces la juventud se confunde con falta de experiencia, pero estoy convencida de que cuento con la preparación, la visión y el compromiso necesarios para llevar a nuestro municipio hacia un mejor futuro.
VF.- ¿Sientes que como mujer te has tenido que esforzar más?
B.- Definitivamente. Muchas veces tienes que demostrar el doble para que te tomen en serio. Tienes que prepararte más, hablar más claro, estar más atenta. Pero eso también te hace más fuerte. Y con el tiempo, lo que al principio eran prejuicios, se transforman en respeto cuando ven que estás ahí por méritos propios.
Lo importante es no permitir que te encasillen o que te hagan dudar de ti misma. Hay que caminar con seguridad, aunque tiemble el suelo.
VF.- ¿Cómo ha influido tu historia personal en tu forma de hacer política?
B.- Mi historia personal lo es todo. Vengo de una familia sencilla, trabajadora, que me enseñó que el servicio no es una postura, sino una forma de vida. He aprendido a valorar el esfuerzo de la gente que se levanta todos los días para sacar adelante a su familia, sin reflectores, sin discursos.
Perdí a mi madre hace algunos años, y aunque su ausencia física duele, su presencia espiritual es mi luz constante. Ella fue, y sigue siendo, mi mayor inspiración. La siento conmigo en cada paso que doy, en cada decisión importante. Es como si desde el cielo me bendijera y me diera fuerza para no rendirme.
Esa conexión con ella me recuerda todos los días por qué hago esto. Porque quiero ser parte de las soluciones que dignifiquen la vida de las personas, especialmente de las mujeres que como ella, lucharon en silencio y con amor por un mejor futuro.
VF.- ¿Cómo te mantienes firme y con los pies en la tierra en un ambiente como la política?
B.- Rodeándome de personas auténticas, que me dicen las cosas como son y no lo que quiero escuchar. Personas que creen en mí, pero que también me exigen y me inspiran a seguir creciendo.
También busco espacios para reconectarme conmigo misma. Caminar, escribir, reflexionar, mirar de frente la realidad. Creo que el poder no debe alejarte de la gente, sino acercarte más. Gobernar, en el sentido más profundo, es aprender a escuchar.
VF.- ¿Qué significa para ti ser una mujer transformadora?
B.- Significa romper inercias. Ser transformadora no es llegar a cambiar todo por capricho, sino tener el valor de decir: “Esto ya no funciona, vamos a hacerlo distinto”. Es tener la humildad para reconocer los errores del pasado, y el carácter para construir soluciones nuevas.
Pero también es gobernar con alma. No desde la frialdad del escritorio, sino desde la calle, desde la voz de la gente. La transformación no se impone, se construye con las manos y con el corazón.
VF.- ¿Qué sueñas para las mujeres en la política de hoy y del futuro?
B.- Sueño con una política donde ser mujer ya no sea un obstáculo, sino un activo. Donde las niñas puedan soñar en grande sin tener que justificarse. Donde la sensibilidad, la empatía y la intuición femenina no se vean como debilidades, sino como cualidades esenciales del liderazgo.
A las jóvenes que quieren entrar en la política les diría: no se detengan. Prepárense, luchen por sus ideas, y jamás duden de su valor. El camino no siempre es fácil, pero cuando una mujer decide caminar con propósito, deja huellas que otras seguirán.




